Cuando tengo algo de tiempo, una mañana o una tarde libre, pongo el antivirus a hacer un análisis completo del ordenador. Es un ordenador viejo, lento, ruidoso. Toda mi vida está en ese ordenador: mis artículos académicos, mis escritos, mis fotografías, el historial de mis búsquedas en internet, todos mis contactos… No quiero un análisis rápido, quiero un análisis completo y un informe detallado.
Me tumbo en la cama con el ordenador al lado, mirándolo como un novio enamorado, y veo el proceso del análisis: archivos analizados, 2451, 1%; 2 horas 25 minutos restantes. Archivos analizados, 3890, 1%; 2 horas 25 minutos restantes. Archivos analizados, 4226, 1%; 2 horas 24 minutos restantes… No hago nada mientras tanto, solo miro al ordenador y espero. Archivos analizados, 6912; 2 horas 22 minutos restantes. El zumbido del disco duro girando es tranquilizador, hipnótico. No me quedo dormido pero sí caigo en una especie de trance.
A veces el análisis parece atascarse, el programa no responde, ¿qué desea hacer? Esperar, esperar, siempre esperar.
Cuando el análisis llega a mis documentos personales se acelera: las dos horas y media nunca son dos horas y media. Hay una excitación creciente cuando se acerca el clímax del final. 97%, 98%, 99%.
El análisis ha terminado. No se han encontrado virus ni amenazas.
Me siento limpio. Mi vida ha sido electrónicamente purificada.