Hoy me siento inspirado, así que voy a ponerme a escribir un cuento “a lo Coelho”.
El joven aprendiz miraba el movimiento de los astros, y no lo comprendía. Su pequeña cabeza se llenaba de preguntas e incomprensión, aunque es verdad que los porros tampoco ayudaban mucho. Entonces se acercó a su Maestro, que en ese momento estaba despachando a unos millonarios que le habían pagado en dólares su reciente iluminación espiritual, y le preguntó:
-Maestro, ¿qué son las estrellas? ¿Por qué las estrellas parecen moverse? ¿Quién creó el universo?
El Maestro, entonces, le dio un cucharazo en la frente. El discípulo no lo entendía.
-¿Qué quieres decirme con ese cucharazo, Maestro? ¿Acaso que tengo la cabeza demasiado dura para que entren las ideas?
-No -dijo el Maestro-, es que es divertido pegar a la gente con una cuchara en la cabeza.
Entonces, atusándose el bigote, comenzó esta historia.
-Había una vez un camello. Tenía cuatro patas y dos jorobas, como todos los camellos. Pero era un camello muy feo. Como tú, solo que tú no eres un camello. Un día, sus jorobas se vaciaron y se le quedaron colgando como sacos sobre el costado. El camello estaba muy triste (además, era muy feo) y lloraba por los caminos. Entonces otro camello pasó a su lado y le preguntó. “Hermano camello, ¿por qué lloras?” Y el camello (el que lloraba) le contestó: “lloro porque se me han vaciado las jorobas y me he quedado sin agua y no voy a poder sobrevivir en el desierto y mi amo me va a vender para hacer filetes y chuletillas y hamburguesas de camello” (que por cierto, todo hay que decirlo, están buenísimas). “No debes llorar por tus jorobas vacías, hermano camello”, le dijo el otro. “En todo caso, puestos a llorar por algo, llora por lo feo que eres. Eso sí que debería hacer que llorases”.
El discípulo no comprendía: “Maestro, ¿qué tiene esto que ver con las estrellas?”
Pero el Maestro estaba ya a la espera del siguiente grupo de millonarios, de modo que dándole un nuevo cucharazo, le dijo: “La moraleja está muy clara: si lloras por tus jorobas vacías, tus lágrimas te impedirán ver que eres un adefesio. Y ahora, vete a freír espárragos”.
Afortunadamente, en ese momento pasaba Carl Sagan por allí.
Bueno, a lo mejor no estaba tan inspirado, verdaderamente.
Mándalo al Semanal. Es mejor que lo que publica todas las semanas..;)
Valga la redundancia. (Feliz año nuevo, Jaime).
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