La conoceré en un aeropuerto: estará esperando a que aparezca una maleta sin demasiada esperanza. Me olvidaré de todo y la invitaré a un café descafeinado de máquina, con leche templada y dos de azúcar. Esa noche me dejará acariciarle la clavícula, y a la mañana siguiente estará lloviendo tanto que tendremos que casarnos. Nuestra casa será verde, con cocina, baño, tres niños y terraza. Hará calor en esos días felices. Al paso de los desfiles colgaremos nuestra ropa interior y la música que escucharemos todavía no ha sido escrita. La gente nos envidiará. Seguirá habiendo pan y canciones ligeras hasta el día que descubramos que hemos envejecido en ciudades distintas y nos entristezcamos a corazón abierto. No saldrá el sol la noche del veintidós de aquel mes. Le informarán de que su maleta ha aparecido y debe seguir viaje, aunque ya no recuerde adónde iba ni para qué. Nos miraremos a los ojos por última vez. Luego el mundo se quedará definitivamente ciego.
Intuición
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¡Despierta!
Me gustó 🙂
me encanta, santi!